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José Manuel, el Dios del ovoide.
Por: Sara Hernández Castaño
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Un sábado de mayo del 2014 el reloj marcaba más de las cuatro de la tarde en un día lluvioso como de costumbre en este mes. En Castilla comuna 5 de Medellín, la Unidad Deportiva José René Higuita recibía el clásico tradicional del rugby paisa y colombiano entre Gatos vs Duendes. En un partido disputado, lleno de golpes y júbilo, la última decisión del juego la tenía un “cara sucia” número 15, un ser humano que encontró en un balón ovalado el consuelo de una vida injusta, rara y sin escrúpulos que se debe llevar por la única razón de nacer en esta tierra. A 50 metros del ingoal norte, este osado e irresponsable personaje acomodaba la pelota en un tee, en su mente sabía exactamente el lugar y el recorrido que el ovoide debía hacer para pasar por medio de la H. Como fotocopia de ese pensamiento, el balón hizo lo planeado al dar los giros perfectos en el aire dando así la victoria al equipo felino. Ese fue su atributo desde el primer día, así empezó a reconocerse, con una pierna prodigiosa, con la exactitud de una extremidad inferior que puede ordenar la dirección de cualquier objeto, la misma con la que ganó un Pony Fútbol a los 12 años y con la que hoy sueña y defiende el honor de los Tucanes en el Sudamericano Mayor A Seis Naciones.
José Manuel Diosa fue desheredado de su natal Apartadó, esa fue la primera corrida a fondo de su vida. Creció en la Comuna 13 en Medellín, donde se dio cuenta que para sobrevivir debía sacar carácter y agresividad, características que le valieron castigos, cuentas pendientes y uno que otro daño. Entre ese velo oscuro, carente de cualquier posibilidad, con un estigma que siempre se carga, apareció el amor en forma de cuero, “En el colegio por intermedio del Inder de Medellín en el programa de escuelas populares, Mauro fue, nos invitó, yo nunca había visto una pelota ovalada, me pregunte ¿Qué se puede jugar con un balón así? Entonces fue más como ir a conocer, experimentar y resulta que me terminó gustando mucho más de lo que pensaba y ahora estoy acá”
Desde ese momento el segundo capitán de la Selección Colombia quedó cercado por una pasión que lleva tatuada en su piel, por un deporte que a ojos ajenos resulta grotesco y rudo, pero cómo no escogerlo si sus consignas son ir hacia adelante y pararse rápido cuando se está en el suelo, actos que repiten todos los días y en cualquier situación los habitantes de este paraíso cegado por pérdidas, quizás por eso el rugby crece en el país por la capacidad de los colombianos de resistir cualquier tipo de golpes.
Gracias a esa valentía Diosa ha podido conocer países, continentes lejanos y ajenos, ha encontrado el nicho, ese que una vez le arrebataron y que el próximo sábado al lado de sus 14 hermanos va a defender ante Uruguay.
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